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La Inteligencia emocional

Por Guillermo Vuelta

Representante Legal CNSM

La Inteligencia Emocional es la capacidad para reconocer emociones y sentimientos  propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Si bien el término surgió un tiempo antes, fue en el año 1995 con la publicación del libro “La Inteligencia Emocional”, del psicólogo estadounidense Daniel Goleman, que se popularizó. El libro está compuesto por investigaciones que Goleman llevó a cabo durante diez años en la Universidad de Harvard  gracias a sus conocimientos e investigaciones de la mente humana y a los avances que se habían producido hasta ese momento, en el campo de las neurociencias. La teoría de Goleman sugiere que la Inteligencia Emocional se podría organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, auto-motivarse y gestionar relaciones. El Dr. Daniel Goleman visitó nuestro país el año pasado y nuestra escuela estuvo representada en su ponencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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¿Qué aportes le hace la Teoría de la Inteligencia Emocional a la escuela? 

Si nos remontamos a unos años atrás, podemos observar cómo muchos profesores preferían alumnos conformistas que obtenían buenas notas y exigían poco de ellos. El “conformismo” y el “exigir poco” degradan la motivación hacia la creatividad y el fortalecimiento de la autoestima. Como resultado surge el no animarse a ampliar la “zona de seguridad”, tal como se la denomina en Neurosicoeducación.

En este sector no nos sentimos necesariamente felices, sino que es un estado en el que, aunque estemos poco a gusto, lo conocemos, nos sentimos tranquilos  y en él nos acostumbramos a vivir.

Es por esto que era habitual encontrar niños y jóvenes atentos en clase, memorizando explicaciones de sus docentes y sacando, en el mejor de los casos, buenas calificaciones. El objetivo era que los estudiantes desarrollaran capacidades lógico matemáticas y lingüísticas que eran después evaluadas y pudieran “medirse” con el test de Coeficiente Intelectual.

Los avances en el campo de las ciencias y las neurociencias nos hacen predecir, por un lado, que este escenario no garantiza el aprendizaje duradero en el tiempo. Lo más probable es que estos estudiantes sacasen notas maravillosas en sus evaluaciones, pero esos conocimientos, al poco tiempo, desaparecerían de sus mentes producto de, fundamentalmente, el escaso compromiso emocional. Esta carencia emocional en los aprendizajes, se traduce en la formación de redes neuronales débiles que terminan finalmente por desaparecer.

Si bien la mayoría de las currículas escolares tienen en cuenta el pensamiento crítico, esto no siempre es llevado a la práctica. Sería imperioso que la formación docente y escuela contemplan el desarrollo de la habilidades socio-emocionales para que puedan aplicarse en el ámbito de la educación formal, transmitirla a los padres y así, en conjunto, educar a toda la persona (Coeficiente Intelectual y Coeficiente Emocional).

Entonces, ¿Por qué es imperioso educar en un ambiente que contemple la Inteligencia Emocional?

Nada más exacto que las palabras del mismísimo Goleman para responder a esta pregunta. En el año 2010, Goleman fue invitado a brindar una conferencia sobre habilidades emocionales a un grupo de representantes de doscientas empresas en Estados Unidos. Cada uno de los participantes era gerente de su área. Más aún, todos habían realizado “masters” y obtenido sus doctorados en las universidades más prestigiosas y costosas.

Goleman comenzó su conferencia con una pregunta de la que ya tenía la respuesta. Preguntó, “¿Cuántos de ustedes recibieron sus graduaciones siendo ¨top ten¨ de sus clases?” Esta pequeña encuesta informal, dio el resultado que Goleman esperaba y sabía por sus investigaciones. Solamente cuatro de las doscientas personas levantaron la mano. Más interesante es la explicación que siguió a la encuesta. “…La persona necesita del Coeficiente Intelectual, pero para tener éxito hace falta desarrollar el Coeficiente Emocional…” que es el que garantiza las buenas relaciones inter e intra personales mediante el desarrollo de habilidades inter e intrapersonales.

El Coeficiente Intelectual solo predice entre el 4 y el 10% el éxito profesional. Esto deja afuera una contribución amplia de otros factores. Uno de ellos es la Inteligencia Emocional.

“Resulta ser que para todo tipo de trabajos, a la hora de diferenciar a “las estrellas” del resto, la Inteligencia Emocional tiene el doble de importancia que las habilidades cognitivas. A mayor nivel en una organización, mayor su importancia. Así que para los líderes de primer nivel, es estos modelos de competencia el 80 y 90% de las habilidades pertenecen al dominio de la Inteligencia Emocional”, afirma Goleman con convicción.

No es que el Coeficiente Intelectual y el conocimiento técnico no importen, sino que simplemente son habilidades básicas. El Coeficiente Intelectual es el indicador más fuerte de qué tipo de trabajo puede obtener una persona, pero el Coeficiente Emocional es el que mantiene a la persona en ese puesto. No es el Coeficiente Intelectual el que predice quién será un trabajador sobresaliente. Todo eso tiene que ver con las habilidades socio-emocionales, con cómo nos manejamos y cuán efectivos somos en las relaciones personales, cómo resolvemos situaciones problemáticas, cuan resilientes y empáticos somos, etc.

 

No debemos desaprovechar los nuevos conocimientos aparecidos sobre la forma en la que aprende el cerebro y cuán importante es el rol de las emociones en la vida diaria. El hecho de que las habilidades emocionales  no sean contempladas por la gran mayoría de los sistemas a nivel mundial no es un hecho menor. Es evidente que para que un niño o un joven, se desarrollen como  personas felices no basta con que su formación contemple contenidos o recuerde memorísticamente datos, es decir, no es suficiente que incremente su Coeficiente Intelectual.

 

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En síntesis, una gran mayoría de las personas dan por hecho que todos los seres humanos nacemos con una serie de recursos innatos que nos permiten crear nuestra propia autoestima y autocontrol. Sin embargo, al igual que las habilidades cognitivas, las habilidades emocionales y sociales se aprenden y la escuela es un lugar de privilegio para ello.

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